Estas piezas nacen del deseo de hacer del movimiento parte fundamental del diseño de la joya, unido también a querer formar un objeto de entretenimiento, lúdico, que nos permita jugar con la joya, con el espectro de luz que se mueve a nuestro antojo y con los colores vivos de las gemas que engastan.
Usando el oro amarillo como base, y flanqueado por una banda de pequeños diamantes a cada lado, creamos un carril central móvil, giratorio, al que le vamos a engastar zafiros multicolor ordenados cromáticamente, pero piedra contra piedra, para que en ningún momento se pierda la transición de un color a otro y para que siempre podamos disfrutar del juego de colores. Cada zafiro ha sido seleccionado no sólo por su color, sino también por la transición que establece con la siguiente piedra, generando una secuencia armónica que luce su máximo esplendor en la rotación libre de ese carril a nuestro antojo. El resultado es una joya que va más allá de la mera función ornamental buscando que cada uno pueda expresarse mediante el juego de colores más acorde a su estado de ánimo. Y todo ellos lo hacemos añadiendo esa ambivalencia cinética: cada giro activa un juego visual de reflejos y tonos, y convierte al portador en parte del diseño, al decidir cuándo y cómo activar ese movimiento.
La pieza habla de ritmo, de fluidez, de tiempo que pasa sin ruido. El oro amarillo, como material cálido y estable, contrasta con la viveza del color y con el juego de luces del movimiento combinado de nuestro cuerpo con el de rotación de algunas de las piezas que componen la colección. Así, cada joya se convierte en una pequeña escultura móvil que combina orden, color y gesto.